El valle del agua

Hubo un tiempo lejano en que nuestro sombreado jardín, que tantos eventos acoge, formaba parte de un vasto terreno pantanoso. Marjales, marismas y barrizales ocupaban todo el valle del Arlanzón hasta la ciudad de Burgos y más allá, una abundancia de agua que ayuda a explicar la riqueza natural y arqueológica de nuestra zona.

A poca distancia de Casa Secuoya, los yacimientos de Atapuerca atestiguan la continuidad durante milenios del poblamiento humano por todo el valle. Los homo antecessor de hace un millón de años bajaban desde sus cuevas a beber a la orilla del Arlanzón. Y hace 50.000 años, los últimos neandertales establecieron puestos de caza por vegas y laderas.

Mucho más tarde, en la época histórica, los terrenos húmedos se fueron desecando para ganar tierra agrícola. También para asegurar las vías de comunicación que atraviesan el valle, empezando por el relevante Camino de Santiago, uno de cuyos ramales pasa a las puertas de Casa Secuoya.

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De vuelta al jardín

Oír el borboteo del pequeño estanque es un placer matinal como pocos. A primera hora, con el mundo en calma, el jardín se muestra especialmente armonioso y en ese bienestar algo tiene que ver la delicada presencia del agua. A pocos metros, la gran masa de la piscina se muestra tan bien integrada dentro del ruedo de vegetación que parece un pequeño lago natural.

En España existe una tradición fundamental en lo referente a jardines y agua: el jardín hispano-árabe. Dice el filósofo Santiago Beruete en su obra Jardinosofía que en estos espacios, la estética se alía con la ingeniería para hechizar al visitante: «El delicioso, fresco y sedante arrullo del agua que mana de los surtidores, corre por regueras y acequias, se amansa en aljibes, albercas y balsas, regala los oídos del visitante y lo sumerge en una atmósfera de ensueño y poética belleza.»

No estamos en el fértil sur de los jardines andalusíes, pero nuestros espacios acuáticos traen a los sentidos una sensación que recuerda a lo que escribe Beruete. Leer su libro a la sombra de la gran secuoya es otro placer que nos regala el buen tiempo. Unas páginas que se saborean con intensidad y que nos dejan el mejor sabor de boca para seguir con la organización del próximo evento. Ya tenemos ganas de abrir, una vez más, este maravilloso entorno arbolado, siempre cerca del agua, de la vida.

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